Aunque el Partido Nacional y sus socios en el gobierno obtuvieron una ajustada victoria en el referéndum del 27 de marzo, da la impresión de que desde entonces han perdido la iniciativa política y deben limitarse a atender problemas grandes y urgentes. La notoria pérdida de poder adquisitivo en Uruguay fue el primero de esos desafíos aún sin resolver, y en esta semana se volvió inocultable –por el número y por la espectacularidad de algunos casos– el aumento de los homicidios.

Economía y seguridad, con sus presentaciones más tangibles, inciden en la percepción cada vez más negativa de la gestión que encabeza Lacalle Pou.

A este panorama hay que agregarle todas las controversias desatadas por la concesión del puerto de Montevideo a la empresa Katoen Natie, que, si bien tienen una dimensión conceptual relacionada con la soberanía nacional, también se han vuelto un asunto inmediato para los trabajadores y la empresa perjudicados, lo que a su vez ha dado inicio a un conflicto sindical que afecta a la cadena exportadora y que posiblemente se extienda en tiempo y en alcance.

En el centro de dos de estos tres problemones está Luis Alberto Heber, exministro de Transporte que dio el OK a la cesión del puerto y actual ministro del Interior que surfea la ola de asesinatos.

En lo que debe haberle parecido una semana interminable, Heber se mostró en el barrio Peñarol apenas horas antes de que se desatara una serie de ejecuciones, ensayó una respuesta ante el aumento de homicidios que (como le recordaron) su líder partidario había considerado inaceptable pocos años atrás, anunció la presentación de un plan que resultó hueco y aireó sus prejuicios sin considerar a las víctimas de un asesinato familiar espantoso. Como broche, el Comité contra la Tortura de la ONU cuestionó varias disposiciones de seguridad incluidas en la ley de urgente consideración.

Diputado en ascenso durante la gestión del padre del actual presidente, hoy Heber debe ser uno de los pocos dirigentes relevantes del Partido Nacional, fuera de algunos caudillos del interior, que se asocian con aquel gobierno herrerista y que sigue en actividad. Durante las campañas electorales de 2014 y 2019, Lacalle hijo evitó mostrarse junto a figuras de esa vieja camada.

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