Aunque ocupa desde hace pocos días su puesto en el cuarto turno de la Fiscalía de Delitos Sexuales, Violencia Doméstica y Violencia basada en Género, Raúl Iglesias ganó enorme notoriedad en estos días. Primero, hizo una serie de anuncios a los medios –el cese de la prisión preventiva de los acusados de la violación en Cordón y el archivo de más de 200 casos de violencia de género–, que suscitaron reacciones de organizaciones feministas y le valieron al fiscal nuevas visitas a programas radiales, en los que, entre otras cosas, expuso sus ideas sobre la relación entre convicciónes políticas y justicia y dirigió amenazas a periodistas.

El viernes, además, se supo que Ignacio Álvarez, el conductor de uno de los primeros programas que decidió visitar Iglesias, tiene medidas cautelares hacia la víctima del caso de Cordón. Desde la redacción, Pablo Manuel Méndez escribió un recomendable perfil del fiscal y Marcelo Pereira reflexionó sobre las ventajas de ser consciente de la propia ideología en algunas profesiones, como las relacionadas con la justicia (y con el periodismo, podría agregarse).

La performance del fiscal generó movimientos en el ámbito de Fiscalía y también entre dirigentes partidarios, por lo que tal vez no convenga pensar en su irrupción como “caso aislado”, sino como emergente de una sensibilidad política contraria a los consensos sobre derechos, violencia y género.

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